Macedonio Fernández y las dudas


Macedonio Fernández es uno de los casos más raros de la literatura argentina. O a lo mejor, no y, más bien, sea como el de muchos otros: se habla de ellos más de lo que hicieron.

Macedonio estuvo al lado de muchos escritores que construyeron la mitología de la literatura argentina, el principal de ellos: Borges. Junto a él, codirigio la revista Proa en los años 20 del siglo pasado. Sin duda, tuvo una gran influencia intelectual sobre él como, también, sobre Marechal o Cortázar. 
¿Qué escribió Macedonio? ¿y cuántos lo leyeron? Deshago la última pregunta. La respuesta se aplica a la mayoría de los grandes escritores: mucho blablá sobre ellos y pocos lectores. ¿Es el caso de Macedonio? Me respondo que sí.
Casi toda su obra es una especie exigencia hacia el lector: debe prestar atención a lo que lee: ¿fantasía, realidad? Lo hace con un lenguaje en el que prima el humor y la ironía. Mucho de miscelánea, algo por acá, algo por allá, como si quisiera decir algo de un modo novedoso o si no supiera decirlo de otro modo. 
Las obras de Macedonio tienen más título que contenido: Museo de la novela de la EternaNo toda es vigilia la de los ojos abiertosContinuación de la nadaPapeles de recienvenido parecen darme la razón. ¿De qué tratan? Especulaciones filosóficas, comentarios sobre esto o aquello; un hilo de historia novelesca. No hay mucho más.
¿Qué tiene de valor, entonces? Justamente eso: estar haciendo creer que dice grandes cosas cuando no las dice. Su indudable destreza en el manejo del lenguaje le permite jugar con el lector. Lo atrae con un título que no tiene nada que ver con el texto (como Boris Vian en el Otoño en Pekín); y comienza a desarrollar un tema que, en cualquier momento, se puede interrumpir. ¿Acción planificada? No creo. Pienso que se queda sin aliento. Se detiene y arranca con otra cosa. A lo mejor, vuelve a lo que empezó a desarrollar al comienzo, a lo mejor, no. 
Macedonio es su modo de escribir. ¿El contenido? Ya no me acuerdo. Excepto tres o cuatro frases. No me acuerdo porque no hay historia, no hay novela, no hay cuento. Hay lo que hay. ¿Y qué es ? No sé.
Macedonio no es clasificable en ningún género. Macedonio es el género Macedonio
Resumiendo: ¿Tiene méritos para ser tan nombrado (aunque cada vez menos)? Más bien que sí. Es una presencia necesaria en la literatura argentina de la que si se borra al noventa por ciento de los escritores en nada se resiente. Por si el amable lector (diría Macedonio) no ha captado lo que he querido decir: considero que solamente el diez por ciento (y siendo generosa) de los escritores argentinos tienen real valor literario; los demás son mediocres y menos que mediocres).
A Macedonio no lo incluyo entre el diez por ciento, pero tampoco en el noventa por ciento. Lo dejo afuera. Las razones ya las dije: pertenece al género literario Macedonio, por lo tanto, es único. No se lo puede comparar con ningún otro. Lo que no quiere decir que sea un gran escritor. Lo considero un escritor que debió hablar mejor de lo que escribió (por eso influyó tanto, de palabra, porque sus libros no han influenciado a nadie (quizás, y no estoy segura, un poco a Marechal).
Macedonio, ¿hubiera sido Macedonio sin Borges y otros convirtiéndolo en una especie de mito, de genio literario? Tendríamos que ver que ocurriría si no supiéramos quién es y lo leyéramos sin haber visto siquiera el título. ¿Cómo lo evaluaríamos? 
Yo pienso que fue un escritor muy inteligente, que no pudo escribir una obra según las reglas literarias y que se quedó en un conjunto de misceláneas muy bien entrelazadas que dan una apariencia de conjunto. 
Un filosofante que filosofó con gracia y en forma despareja. De todos modos, se lo seguirá considerando un vanguardista, un experimentador, un escritor que rompió los moldes de la novela tradicional. Como se ha venido diciendo, sobre todo, por los que repiten como loros lo que otros dicen, pero que nunca lo leyeron. Más o menos lo que ya dije: grandes escritores, mucho blablá, pocos lectores. 



por leticia jopre