Penelope Fitzgerald (1916-2000) fue una escritora inglesa y formó parte de una familia relacionada con las revistas y los libros (su padre era editor en la revista Punch) y su tío Robert Knox, escritor de novelas policiales. Estas relaciones siempre facilitan las cosas. Las puertas se abren más rápido. No fue su caso porque esperó bastante.
Demoró hasta casi los sesenta años para empezar a publicar unas biografías sobre el pintor Edward Burne-Jones y otra sobre su padre y su tío. No me parece nada como para tomarse el trabajo de leerlas, a menos que se tenga interés en la pintura y se quiera saber un poco más del prerrafaelita Burne-Jones. Hasta acá, nada que merezca que yo esté hablando de ella.
Pero a Penelope se le ocurrió empezar a escribir novelas. Y escribió La librería. Una novela ideal para el que le gusten los libros. Más adelante, ya pasados sus setenta años, El inicio de la primavera, ubicada en Moscú, en los meses previos a la Revolución de 1917, y, casi a los ochenta, La flor azul. Por supuesto, escribió muchas más, pero a esas no las leí.
Las tres novelas, sobre todo La flor Azul y El inicio de la primavera, tienen algo que se puede considerar como "paciencia literaria" porque esta mujer cuida cada detalle, cada personaje, cada cosita de acá o de allá, sin que se le escape nada, sin dejar que todo esté ordenado, como el living de una casa cuando se esperan visitas. Pasa un tipo al lado del protagonista y ella se va con el tipo. Nos cuenta un poco de su vida, lo deja, y se va atrás del personaje principal. El tipo que pasó desaparece. No volvemos a saber nada de él. Todo lo que escribe parece idílico pero tiene de todo menos complacencia, idealización o banalidad. Penelope supo bien lo que es escribir.
En sus novelas no hay nada de análisis psicológico, todo se rebela por las conductas de los personajes; la ironía, mezclada, por momentos, a un poco de tono poético y una completa claridad en la manera de tratar la historia dominan el relato.
Me gusta cómo escribe Penelope pero sin caer en el fanatismo ni creer que es una gran narradora. Entre tanta mediocridad, esta mujer sobresale: talento tiene, no demasiado, pero sí el suficiente como para merecer más de un elogio.
Algunos de esos críticos que andan por ahí la comparó con Jane Austen. Una exageración muy útil a los editores. Penelope fue una correcta escritora a la que aconsejo leer. Pero no es mucho más que correcta.
por Leticia Jopre