Anna de Noailles, una princesa talentosa


Anna de Noailles nació en París, en 1876 y se murió en 1933. No nació como cualquiera, sino como la princesa Anna Elizabeth Bibesco-Bassaraba de Brancovan. Era descendiente de una de las personalidades literarias de Rumania, Sofroniy de Vratsa; hija de Rachel Musuru (un nombre artístico), muy conocida dentro del ámbito de la música y musa de Paderewsky. Además, su tía, la princesa Elena Babescu, fue una figura en el mundo artístico parisino de fines del siglo 19. Anna se casó con el conde Mathieu Noailles y fue una de las mujeres más destacadas de la alta sociedad francesa. Su salón literario en la avenida Hosché era famoso y concurrido por todas las celebridades artísticas de ese tiempo. 

Como no era mujer fea, sino todo lo contrario, los pintores se apasionaron pintándola. Por ahí andan retratos suyos hechos por Kees van Dongen, Ignacio Zuloaga y Jacques Blanche, entre muchos más, Rodin no se quedó al margen y la tomó de modelo para una estatua muy conocida y ubicada en el Museo Metropolitano de Nueva York. 
Todo esto es muy interesante, pero no demasiado diferente a lo que otras ricachonas francesas hacían en ese tiempo. ¿Qué tiene de distinto Anna? Talento. Fue novelista, ensayista y, sobre todo, una poeta que creó hermosos y profundos versos: 

Una tarde, a la hora en que el día termina
moriste de repente. 
la pereza terrible no te venció invadiéndote
nada te anticipo el letargo y la tumba.
Tú, el sueño tuviste
y yo peno y tropiezo.
Moriste de repente
la pereza terrible
y la muerta más muerte
es sobrevivirte.

Anna de Noailles, bastante desconocida por estos sitios y bastante olvidada en otros por los que anduvo. Una pena. Su poesía merece un destino mejor. Especialmente, considerando tanta burrada elogiada inmerecidamente.



por leticia jopre